Avril Lavigne es una romántica. Es una idea difícil de meterse en la cabeza. Durante casi una década, ha sido la gruñona más recalcitrante del pop, mostrando su desprecio por todo en estribillos punk rosa chicle. Su último hit, "What the Hell", ofrece más de lo mismo: Avril haciéndose la chica mala, inflingiéndole daño psicológico a su novio. Pero "What the Hell" resulta ser un engaña pichanga. Goodbye Lullaby está lleno de canciones introspectivas y volubles, que hablan de penas de amor y que nos dejan un mensaje sorprendente: Avril es sensible. En la ruidosa power ballad "Wish You Were Here", confiesa: "Hay una chica a la que le importan las cosas / detrás de esta pared". Esa canción, como otras tres del disco, la compusieron entre Lavigne, Max Martin y su colaborador frecuente, Shellback. En los otros temas, Lavigne es asistida en la producción por el as de los estudios de Los Angeles, Butch Walker, y su ex marido, Deryck Whibley, de Sum 41. El resultado es un disco de pop radial especialmente sólido, cuyas pegadizas canciones vienen en diferentes sabores: canciones de amor desembozadas ("I Love You"), tiernos consuelos ("Everybody Hurts") y requiems románticos ("Goodbye"). A los 26 años, Avril es una mujer adulta que ya tiene en su haber un matrimonio fallido. En "Stop Standing There", una de las mejores canciones del disco, se queja de la reticencia de un amante: "Por favor decime quién sos / así yo te puedo mostrar quién soy", ruega. Así hablan las chicas sensibles.
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